Muchísimas GRACIAS, Erika Leiva por este pedazo de espectáculo en toda regla. Me imagino que así como comienzan mis palabras terminará este blog.
Aplausos desde la primera estrofa y la gente de pie desde la primera canción. Y no era para menos porque Dios que está en todos y siempre está a nuestra vera ayudándonos a caminar. Rodeada de un coro de alrededor de 50 cantores, glorificó su entrada con está magnífica oración al Señor que puso de pie al público y se volcó literalmente contigo Erika. Sólo era el comienzo y lo que no me podía imaginar todo el espectáculo que dio las casi tres horas sin descanso ninguno.
Con la primera canción, invocamos el espíritu de la más Grande, Rocio Jurado. Ya que literalmente bajo de entre los cielos para acompañarnos en espíritu y alma para disfrutar juntos de nuevo de un poquito de su ARTE, con letras mayúsculas.
Las canciones más conocidas nos hicieron la boca agua, con ese barco velero y su amor marinero, ya que como yo te amo, convéncete. Nadie te amará. Siguieron coplas, recordando a su querida Pastora Imperio y su tierra natal Chipiona que tanto quiso. Como quien no quiso la cosa, se colo en el escenario Manuel Lombo que no sólo en su primera canción vino a darlo todo, todo y todo junto a Leiva sino que además recordaron sevillanas de Manuel Pareja Obregón. El público vibraba y no dejaba de aplaudir.
Siguieron las coplas, canciones conocidas y de repente el escenario empezó a llenarse del sabor gaditano, sonaba una habanera cuando llegó una comparsa de chipiona. El espectáculo se paro por completo y se quitó el sombrero cuando Erika Levia nombró a un Maestro amigo de Rocio, Antonio Martín que subió al escenario y junto a la comparsa todos cantaron un cuple precioso dedicado de nuevo a la más Grande. El público volcado de nuevo no paraban los vítores, los aplausos, lluvia de claveles que quemaban la piel.
De momento es uno de los espectáculos más impresionante que he visto en el Teatro de la Maestranza y de cualquier parte. Lloraba de emoción, mi amiga Maki directamente me dio el paquete de pañuelos porque con uno sólo no iba a ser suficiente, mis padres que nos acompañaban se meaban de risa. Me levantaba a aplaudirla y se me escapaban del alma algún que otro ole y bravo. La señora que estaba delante fue un poco más basta, pero nos meábamos de risa, parecía la María Yerbabuena de la Maestranza, luego nos enteramos que era de Brenes, bueno nosotros y todo el teatro. Nos acordamos mucho de nuestros amigos José Santaella Lara y Luis Carlos Mejía.
En la recta final siguió sorprendiendo, cuando recreó aquella buena película de Saura, Sevillanas. He hizo las delicias al público con su novio Cartujano pintor de losa y vinieron a bailarlas, la primera la segunda y todas las que hizo falta para ponernos de nuevo de pie y volver a aplaudirla. Le siguieron fandangos, bulerías, alegrías, y no sé si faltó algún palo por tocar, pero tampoco lo eché en falta.
A Rocio la conocí tarde, dos o tres canciones populares con una gran voz y muchísimo talento pero paso desapercibida de mis oídos, hasta que llegaron a ellos esta canción; "Que no daría yo, por empezar de nuevo". Ahí fue cuando Rocio me tocó el alma, erizando todos los vellos de mi cuerpo, una y cada vez que escuchaba esta canción que no dejaba de repetirla. Justo aquí descubrí porque todo el mundo la llaman la más Grande. De hecho desde Nueva York, la han nombrado la voz del milenio.
Pero si ya esta canción nos parecía un buen final, todavía Leiva, que cada vez se parecía fisicamente y gestualmente a Rocío como si su espíritu le hubiera invadido, y me imagino que así fue, nos dejó con mejor sabor de boca, cuando cantó a la novia con más piropos del mundo; "SEVILLA". Increíble, me encantaría acabar como empecé.
Muchísimas gracias, Erika Leiva.
Manuel Rubio Juárez, "Quod Amor sit Omne"
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